En la escuelita del Palmar, mi madre estrena su flamante título de maestra normal nacional, lleva varios años recibida , pero esperar un nombramiento es el desafío,- hasta que llega-, y cuando llega , es en este paraje rural, donde aprenderá el oficio de maestra.
Debo tener siete años, no más, este recuerdo es anterior a nuestra vida en Buenos Aires.
Mi madre es una joven maestra rural, allí vamos, en un Renaul 4L desvencijado, baqueteado por el camino, por el viaje diario sobre un colchón de tierra ,nos movemos en camino de ripios y cascotes, mi madre maestra nos lleva a la aventura.
Tiene alumnos cuyas edades van de los seis, a los doce o dieciocho años. Vidas que, al parecer, son distintas entre sí, sin embargo casi todos tienen en común andar, caminar, descalzos, todos esperan los bizcochos y las galletas que la maestra bajará del auto para compartir con el mate cocido.
En esta escuela no hay libros, apenas un pizarrón cuarteado, donde el dibujo de la letra se estanca y se pierde en las rugosidades del relieve y la madera, queriendo resignificar lo que la maestra escribe.
Aquí no hay libros. No hay biblioteca, ni mapamundi, ni escuadra, ni regla de madera gigante que oportunamente , y a medida que se encariñan- los padres irán fabricando para las clases de sus hijos, para que aprendan las medidas, el metro, los centímetros, el peso de las bolsas que cargan con algodón al final de la cosecha.
Mi madre cree en la educación aquí ,-en esta escuela-, entonces ella trae los libros, sus libros, de su biblioteca los trae, y llega con la palabra generadora mientras aprendo que ser maestra en esta geografía es otro modo de leer el mundo, para penetrar en él, para de algún modo transformarlo.
Descubro , cruzando las vías que dividen al pueblo en norte y sur, que llega una maestra y surge una escuela , y que eso solo crea un mundo posible.
Mi madre enseña en una escuela olvidada del Chaco, la he visto escribir poesía en un cuaderno Avón de tapas color sepia, por las noche,en la cocina, a escondidas lo hace .
De sus sueños de escritora me nacieron a mí la pasión y el amor por los libros y las lecturas, por la literatura.
La he visto aprender a enseñar joven , con unas pocas tizas, con bolitas, con un ábaco, con un mimeógrafo, la escuché recitar con sus alumnos, chicos y grandes, las tablas del dos y del tres, y en mi cabeza está sus imagen cavando un pozo con los paisanos para aprender a buscar el agua que no llega a la escuela. La escuché hablar del chagas y de la vinchuca, y la vi hacer locro sobre un brasero con las mujeres del Palmar,con las madres de sus alumnos que no tenían libros, que habían aprendido a leer en una escuela sin libros ni biblioteca.
Creo que una maestra es presencia real , simboliza mucho más que aquel proyecto de Sarmiento : la escuela pública, la educación para todos, para poblar un país y gobernarlo, para que una sociedad cambie, mejore, avance y se transforme.
Un maestra hace realidad los sueños de educación para muchas vidas, una maestra en un paraje funda una escuela , y la sueña también , la imagina y la concreta, aunque el estado haya olvidado al paraje, los alumnos y la maestra.
Ser maestra, -y esto lo aprendí de mi madre-, es tocar la vida de otros para siempre.
Una maestra crea sueños, dibuja horizontes y futuros, porvenires de esperanza, con narraciones los inventa, los alimenta con palabras , con cuentos ; en medio de la polvareda que el viento norte trae con anuncio de sequía .
Una maestra llora porque no tiene libros y escribe las lecturas que leerán sus alumnos, de noche las escribe y les prepara carteles y se diseña un método, una técnica propia que le permita realizar allí lo que aún no aprendió : enseñar ;- aprender a enseñar-, aquello para lo que no nos preparan.
Mientras regresamos al pueblo por el camino de barro, vamos cantando , mi madre cuenta los logros de hoy y sueña que la educación cambiará la vida de esos chicos para siempre, que sus vidas mejorarán confirma mi madre, lo cree, lo afirma ,y trabaja mucho para eso.
Allí ni la maestra , ni esas mujeres y hombres tienen esta abundancia de libros y recursos que hoy tengo en mi escuela .
Sin embargo con la nada , sin la sobreabundancia de elementos,ellos sueñan que con la escuela y la educación la vida será más digna. La maestra les dice hoy que son inteligentes y que cualquiera llegará a ser maestro en un tiempo.
Una sociedad que abandona la escuela pública , mientras el gobierno degrada al oficio de sus maestras, de sus profesores, es una sociedad que ha perdido sueños y utopías, y es posible que la tarea de enseñar haya que reinventarla, no para amoldarla al mundo del trabajo, ni a las reglas que el sistema ordena obedecer ; si no para volver a aprender a enseñar , -como mi madre en sus inicios.
¿Qué necesita un maestro, un profesor para reinventar su rol y volver a recrear los sueños de los chicos y los jóvenes, para que su oficio se concrete en enseñanzas y aprendizajes dignos?.
¿Qué demanda hoy la docencia, nuestro oficio?
-Que en cada aula se pueda enseñar con quince alumnos.-
-No es utopía.-Es un presente necesario,una urgencia por la cual luchar.
Los gobiernos deben hacerse cargo de esta realidad ; y si cuesta mucho dinero : destinarlo a ello,invertir en presupuesto y efectuar las acciones y políticas necesarias para que estas condiciones de dignidad se realicen.
Porque una educación que no crea sueños ni alimenta esperanzas se vuelve desigual y reproduce más fragmentación y pobreza , más miseria y esclavitud hacia el interior de cualquier escuela.
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